lunes, 30 de septiembre de 2013

Los días del velo gris

Los días del velo gris

Sin posibilidad de la roja pasión 
o del deseo de vivir, 
ni del profundo horizonte azul 
dar forma a la existencia, 
ni de la calidez naranja de un atardecer 
para compartir la vida con otros... 

La grisácea neblina 
cernía su manto velado
sin posibilidades de sentido 
al paso de días y noches.
Vivir por vivir, 
asiéndose a la existencia 
desde un grito 
ése que no se podía emitir, 
desde el deseo de no postergarlo más, 
desde la necesidad de la voz de ser dicha 
declarada presente en el libreto de esa vida.

Ese libreto que no era 
sino la banalidad de una vida 
sin sentido escondida, 
resguardada tras las piedras 
en la orilla de una playa solitaria 
donde trataba de escabullir de la oleada 
que le diera movimiento a la existencia.

Unos días y unas noches eternas 
hicieron años de grisácea podredumbre 
el interior con un brillo extremo fuera  
de círculos concéntricos 
acendrando la tristeza y 
dando paso a la mortífera condición 
de persistir en vivir como un muerto. 
O estar muerto y tener una vida.
La cosa era la misma: 
de qué servía sin un sentido 
respirar y acontecer
con un nombre cada día. 

¿A quién importa que haya ruidos 
movimiento, 
causas de vida, 
bocanadas de pasión volcánica?
Sin estar y estar 
tan dentro con el corazón 
casi muerto...  
Y así, los días y las noches, la vida.

Las historias resguardadas 
se descubren  y se entraman
hacen lazos 
sangran almas
con palabras hallan curas
curas que se escriben 
en el cuerpo y en el alma. 
Una historia develada 
saltos grandes escapan
pero letras guardan
la resguardan... 

Se vive con esperas
que no esperanzas
se trata de compartirlas
que no confiarlas
se intenta retraducirlas
no descifrarlas. 


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