Los días del velo gris
Sin posibilidad de la roja pasión
o del deseo de vivir,
ni del profundo horizonte azul
dar forma a la existencia,
ni de la calidez naranja de un atardecer
para compartir la vida con otros...
La grisácea neblina
cernía su manto velado
sin posibilidades de sentido
al paso de días y noches.
Vivir por vivir,
asiéndose a la existencia
desde un grito
ése que no se podía emitir,
desde el deseo de no postergarlo más,
desde la necesidad de la voz de ser dicha
declarada presente en el libreto de esa vida.
Ese libreto que no era
sino la banalidad de una vida
sin sentido escondida,
resguardada tras las piedras
en la orilla de una playa solitaria
donde trataba de escabullir de la oleada
que le diera movimiento a la existencia.
Unos días y unas noches eternas
hicieron años de grisácea podredumbre
el interior con un brillo extremo fuera
de círculos concéntricos
acendrando la tristeza y
dando paso a la mortífera condición
de persistir en vivir como un muerto.
O estar muerto y tener una vida.
La cosa era la misma:
de qué servía sin un sentido
respirar y acontecer
con un nombre cada día.
¿A quién importa que haya ruidos
movimiento,
causas de vida,
bocanadas de pasión volcánica?
Sin estar y estar
tan dentro con el corazón
casi muerto...
Y así, los días y las noches, la vida.
Las historias resguardadas
se descubren y se entraman
hacen lazos
sangran almas
con palabras hallan curas
curas que se escriben
en el cuerpo y en el alma.
Una historia develada
saltos grandes escapan
pero letras guardan
la resguardan...
Se vive con esperas
que no esperanzas
se trata de compartirlas
que no confiarlas
se intenta retraducirlas
no descifrarlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario