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Para no hacerme cargo de los cuentos, me puse a hacer cuentas... y cuentas de otros. Las cuentas dan resultados que tienen que ser exactos. No hay pierde. Pero eso sí, también en mi hacer cuentas, me obligué a que los balances debían salir en ceros.
Y lo lograba, balancear las cuentas ajenas; sin embargo, en las noches, los fantasmas de mis cuentos visitaban mis sueños, disfrazados, coloridos y pavoridos, deslizándose en las celdas de las cuentas, para hacer estragos, atragantarse con mis fantasías e hilar vientos que me aventaban lejos.
Entonces algo sucedía y el balance era distorsionado, algo de la fórmula fallaba y en el resultado no había ceros. Negativo siempre engrandecido, siempre en deuda, siempre a colación el fantasma del cuento.
De los cuentos he intentado dar cuenta para dejar de hacer cuentas que no me salen...pero, tampoco los cuentos. Las historias narran los aciertos y desaciertos, la vida y la muerte, la razón y el deseo, la pasión y la mortífera acuciante y tenebrosa palabra que resguardamos, que celosamente guardamos como un secreto pero que nos narra en el día a día aun en ese encierro
Así que cuentos cuento, cuento en cuentas e historias lleno, mías, por cierto, de días de aciago, de descontento, de vivos soles o fríos de muerto. Tal vez oscuras o sin aliento, pero no admiten ningún recuento ni réplica. Cualquier intento será violento.
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