Hacia la vida
La
larga escalera directa de la calle a casa. El parque y el día lluvioso. La
contraesquina y los granaderos. El alboroto. El día lleno de soldados, la noche
oscura y la esperanza muerta. Las palabras que se van enlazando en
fantasías de mis días de niña.
Los
jóvenes entran corriendo y se refugian en los tinacos. La rústica
imprenta en un rincón tratando no ser vista. Los volantes. Las pruebas. El
temor y al mismo tiempo el deseo de ser útil. Los niños pequeños y la situación
de emergencia de esos estudiantes que buscaron refugio.
Las
voces entremezcladas siguen resonando, la angustia y la emergencia. Se quedaron
varios días en casa. Se quedaron todos estos años en mi recuerdo. He llorado
muchas veces por su suerte ¡No sé qué ha sido de ellos! Hoy ya no lloro, les
agradezco por aquello que les aprendí.
Hay
cosas que siguen sucediendo en el mundo. Las revueltas políticas zarandean mi
alma siempre como en aquel tiempo. La impotencia se revela ante mis ojos como
la prueba de mi vulnerable existencia y la desgarrada realidad del desamparo
humano. Ojos que miran y pies que no huyen tornados en movimiento que ondula un
puente.
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