domingo, 6 de octubre de 2013

Bleu

Bleu
Sólo algo inmenso pudo ocasionar que borrara la trama de la película. La música me ha perseguido durante veinte años. El nombre y la intensidad que a mi me representa: Bleu o Blue y aquí una cuestión de significados y lenguas hicieron el trabajo simbólico que ha sostenido su permanencia en mis arcas de memoria.  Es azul o es triste, es bleu un sonido que me tuvo atrapada en una nota perfumada en mi nariz, acariciando el olfato o los nervios sensitivos y olfatorios. Para el caso da lo mismo, retuvieron en el tiempo mi desespero y borramiento. 
No podía tramitar ese encuentro de realidades paralelas: perder algo -algo amado-.  Una persona, la vida que esa persona perdió al perderse (no necesariamente con la muerte natural o física) y con ella las posibilidades de seguirse viendo, oliendo, escuchando, mirando, amando.  Pero hay otras pérdidas.  Se pierde un parentesco cercano, familiar, amable del verbo amar, amigable,  filial (de la hija), apasionado (del amante), fraterno (de la cofradía de hermanos), en fin se pierden lazos amados, amores idealizados, hijos de la carne y de la inventiva. 
La pérdida se ha consumado, el dolor se ha ido tramitando.  Tal vez -quedan las marcas- y la certeza de que ha sido ya todo liquidado.  Se restauran algunas pérdidas, otras se asumen y la vida sigue en una sinfonía que celebra la unificación, una de tantas de esas que se tienen que armar en la existencia.  


La restauración en boga. La vida en allegro y andante. La noche aun no empieza. El dolor sí deja huellas.  La traición se hereda.

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