Bleu
Sólo algo inmenso pudo ocasionar que borrara la trama de la
película. La música me ha perseguido durante veinte años. El nombre y la
intensidad que a mi me representa: Bleu o Blue y aquí una cuestión de
significados y lenguas hicieron el trabajo simbólico que ha sostenido su
permanencia en mis arcas de memoria. Es azul o es triste, es bleu un
sonido que me tuvo atrapada en una nota perfumada en mi nariz, acariciando el
olfato o los nervios sensitivos y olfatorios. Para el caso da lo mismo,
retuvieron en el tiempo mi desespero y borramiento.
No podía tramitar ese encuentro de realidades paralelas: perder
algo -algo amado-. Una persona, la vida que esa persona perdió al
perderse (no necesariamente con la muerte natural o física) y con ella las
posibilidades de seguirse viendo, oliendo, escuchando, mirando, amando.
Pero hay otras pérdidas. Se pierde un parentesco cercano, familiar,
amable del verbo amar, amigable, filial (de la hija), apasionado (del
amante), fraterno (de la cofradía de hermanos), en fin se pierden lazos amados,
amores idealizados, hijos de la carne y de la inventiva.
La pérdida se ha consumado, el dolor se ha
ido tramitando. Tal vez -quedan las marcas- y la certeza de que ha sido
ya todo liquidado. Se restauran algunas pérdidas, otras se asumen y la
vida sigue en una sinfonía que celebra la unificación, una de tantas de esas
que se tienen que armar en la existencia.
La restauración en boga. La vida en allegro y andante. La noche
aun no empieza. El dolor sí deja huellas. La traición se hereda.
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